La bicicleta roja cromada (Juan Magliano)

Mi mamá me dijo que si estaba despierto no iban a venir, porque ustedes no regalan nada a los chicos despiertos; que aprenda de mis hermanas que ya están dormidas; que no debo molestarlos, porque todavía tienen que repartir muchos regalos; pero ahora en casa es muy tarde y todos duermen; y antes que ustedes se acuesten, les escribo para contarles todo lo que hice, queridos Reyes Magos, por la bicicleta roja cromada, que es lo único que quiero en el mundo. Este año me porté mejor que nunca y no falté ni un día a la escuela, porque soy abanderado, y mi maestro el señor Álvarez, dice que escribo muy bien y que voy a ser escritor cuando sea grande; y también les cuento que dejé de asustar a mi hermana del medio con el fantasma de la tía Clara, que murió el año pasado y tenía en la punta de la nariz un lunar con pelos largos y nos besaba sin soltarnos y me daba un poco de asco, pero dejé besarme todas las veces que ella quería; y ahora me acuerdo de la maestra gorda de catecismo que le decía a mi mamá que yo no iba a poder tomar la comunión porque era demasiado avivado y el credo me aburría y se equivocó porque recito de memoria el credo y cuando tomé la comunión la miré a la gorda y le saqué la lengua y tosí, pero después me confesé y quedé limpio de pecado; y al otro día, en medio de la lluvia, fui con abuela Matilde a misa, porque no camina bien y de paso, cuando paró, fuimos a ver la bicicleta roja cromada en la vidriera de Don Franco, iluminada y colgada con hilos que no se ven y parecía que volaba; y ahora me acuerdo que a dos cuadras de la escuela encontré un monedero con cincuenta pesos adentro y no había nadie porque era temprano y lo llevé a Secretaría y el señor Álvarez juntó a la clase en el salón de actos y llamó al Vicedirector para felicitarme y me dio vergüenza porque los chicos me hacían bromas y decían que el monedero era de mi abuela, y tenía mucha rabia pero me aguanté y no le pegué a nadie porque soy abanderado y el que mejor escribe; y durante cuatro meses puse la mesa y lavé los platos de la cena y recé cada día sin ganas pero recé; y cuando mi papá se quedó sin trabajo el mes pasado le ofrecí lo que tenía en mi alcancía con forma de buzón y mi papá lloró y mi mamá lloró y mis hermanas también lloraron, todo por la bicicleta roja cromada; y hace un rato, queridos Reyes Magos, me levanté sin hacer ruido y me sequé con la sábana de arriba porque sudaba mucho; y bajé despacito al comedor y no encontré la bicicleta; y busqué en el patio, en el pasillo y nada; y subí a la terraza y nada, y en el galponcito de la terraza tampoco; y volví al comedor y en un rincón estaban las muñecas que pidieron mis hermanas y sobre la mesita chica, el juego de ajedrez que me gustaba bastante, pero nunca como la bicicleta; y había una nota sobre la caja de fichas que decía lo orgullosos que se sienten porque soy un niño ejemplar y abanderado; pero este año ustedes están un poco más pobres que otros años y que me siga portando bien, porque el año que viene las cosas van a mejorar; y yo quiero rezarles, como cuando reza mi abuela Matilde: que me concedan la gracia de meterse la bicicleta desarmada en cada culo, y ojalá que al volver les agarre una “cagadera interminable”, como dice mi papá, después del guiso de lentejas; queridos reyes magos, Amén.

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