Los
rostros que has ido abandonando
se
han quedado debajo de tu rostro
y
a veces te sobresalen
como
si tu piel no alcanzara para todos.
Las
manos que has ido abandonando
te
abultan a veces en la mano
y
te absorben las cosas o las sueltan
como
esponjas crecientes.
Las
vidas que has ido abandonando
te
sobreviven en tu propia sombra
y
algún día te asaltarán como una vida,
tal
vez para morir una vez sola.
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