Binomios (Juan Magliano)

De sombras atigradas

Se volvió asimétrica tu decadente panza y ese tono imparable de
arrogante macho. No fuiste así, pero los cuerpos y mentes
envejecen y se ven como sombras de tigre esmeriladas en la
mampara de la ducha. Si cogimos a gusto, preguntás, como
aniñado espectro sin tareas. Encogida en ausencia quizás; pero
nada te dije, nada. Te parás en la cama y mostrás al espejo tus
partes más cuidadas. Y gorjeás de costado como canario flauta sin
mirarme.
– ¿Y? ¿Cómo me ves? –con ojos que tazan tus deseos en la
memoria blanca de mis zarpas. No preguntes amor, ya ni te veo.
Nunca te conmovieron los finales. Veamos qué pasa hoy en este
cuarto con el final rugido de una tigresa en sombras.



Diálogo en un banco del Borda

Uno dice:
“Vos tenés una boina de hierro en la cabeza, y una rana en el
bolsillo superior de tu chaqueta. Y sentís maldecir las araucarias
cada vez que pasás cerca, y apoyás un tamanduá mielero en tu
regazo o esparcís colibríes lengua larga sobre narices rojas. Y
cuidás un pichón de dinosaurio que se calienta al sol en tu frazada.
Además escuchás con tus ojos, arpegios en las cuerdas vocales de
los mudos. ¿De qué manera evitarás que en tus salidas los pibes de
tu barrio se burlen del loco de la estatua?”

Otro responde:
“Doctor, pensé que usted sabía que a los pibes del barrio no les
incomodan los arpegios”



Sobre cuadernos del instante

Ella juega a la mancha venenosa en la penúltima visión del cuarto
oscuro. Me cuesta terminar el final de mi propia biografía y ella
espera dócilmente que amanezca. Y fue solo un tirón nomas, un
golpe seco. Ella nunca llega temprano ni muy tarde. Sólo respiro
ahora porque existo. Y si puedo silbar en este instante seré
inmortal, hasta la noche, al menos. Tal vez de madrugada juguemos
a otra cosa sin el cuaderno a mano.

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